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Localidad: Regumiel de la Sierra

En esta ruta conoceremos la tierra de pinares burgalesa, rodeada de espectaculares paisajes e importantes testimonios del remoto pasado de estas tierras. La distancia aproximada es de 75m. Comenzamos la ruta en Salas de los Infantes. En el moderno caserío de esta localidad situada en la misma orilla del río Arlanza, aún resuenan los ecos de una de las más famosas leyendas castellanas: la de los Siete Infantes de Lara. Precisamente en su iglesia parroquial de Santa María —de sobria fábrica gótica y elegante portada renacentista— se puede contemplar la curiosa arqueta en la que se guardan las siete cabezas de los Infantes. Visitaremos el Museo Arqueológico Paleontológico que guarda los ricos vestigios hallados en la zona.

Salimos de Salas de los Infantes en dirección a Castrillo de la Reina. A unos tres kilómetros aparece, a mano izquierda y nada más cruzar un arroyo, una pista de tierra que, tras un poco más de dos kilómetros, alcanza unas tenadas. A unos 500 metros de estos corrales para el ganado se encuentra el Yacimiento de Costalomo donde encontraremos huellas fósiles de dinosaurio. Castrillo de la Reina es un agradable pueblo serrano en el que en el mes de Agosto se realiza la representación de la leyenda de los siete infantes de Lara. En las eras del pueblo se levanta un singular peñasco de piedra arenisca en el que todavía se pueden ver las huellas dejadas por su utilización como pequeña iglesia y monasterio altomedieval.

Continuamos por la carretera en dirección a Quintanar de la Sierra adentrándonos en la zona de pinares. El primer pueblo que encontraremos será Palacios de la Sierra que conserva varias casas blasonadas. Su iglesia de Santa Eulalia, del siglo XVI, conserva estelas medievales de la necrópolis del Castillo y pila bautismal románica. La ermita del Arroyal posee buena talla de la Virgen del siglo XIII. A la entrada del pueblo encontraremos un puente medieval sobre el río Arlanza y en el cerro del Castillo la mayor necrópolis medieval española: 434 tumbas y un incomparable conjunto de 112 estelas funerarias de tradición paleocristiana, decoradas con misteriosas e indescifrables inscripciones. En las inmediaciones se encuentran los restos de una ermita románica y del castillo.

Después de Palacios de la Sierra la carretera se interna definitivamente en la gran masa forestal que caracteriza y da nombre a esta región del sureste burgalés. El pino albar, especie arbórea dominante, forma en este sector del Sistema Ibérico una de las selvas de coníferas más extensas y frondosas de todo el territorio peninsular. Pronto se alcanza el cruce de Vilviestre del Pinar, localidad que como casi todos los pueblos de “Tierra de Pinares”, vive de la industria de transformación de la madera de pino. Sus numerosas casonas y palacios, presididos por la iglesia de San Martín, son un claro testimonio de su pasado esplendor como centro carreteril.

Antes de llegar a Regumiel de la Sierra, es imprescindible realizar una parada en la ermita de Revenga. Muy cerca del edificio del Comunero se localiza otro interesante conjunto arqueológico con necrópolis, iglesia rupestre y unas misteriosas insculturas grabadas en la roca.

Regumiel de la Sierra es un típico pueblo serrano en cuyo centro encontramos una sencilla iglesia rodeada por una antigua necrópolis altomedieval de tumbas antropomorfas. Una de las calles que parten del frontón de Regumiel de la Sierra conduce sin pérdida hasta una superficie rocosa en la que se distinguen con claridad las gigantescas huellas fósiles de varios dinosaurios. Pertenecientes casi con toda seguridad a un carnosaurio, los paleoicnólogos las han datado hace 160 millones de años, durante el Jurásico. No hay que abandonar este pueblo sin acercarse a contemplar su iglesia parroquial junto a la que existe otra necrópolis mozárabe.

Retomamos de nuevo la carretera para dirigirnos a Quintanar de la Sierra. Próspero centro administrativo, entre sus edificios destacan la iglesia de San Cristóbal, levantada en el año de 1630 sobre los restos de un antiguo templo visigodo y la ermita de Nuestra Señora de la Guía.

Sin embargo, el patrimonio más interesante de Quintanar de la Sierra es el conjunto de necrópolis y eremitorios altomedievales que se conserva en sus proximidades. A la salida del pueblo, en dirección a Neila, se descubre la pista forestal señalizada que, tras unos tres kilómetros, conduce al poblado y a la necrópolis de Cuyacabras.

Hay que internarse andando en este espectacular recinto arqueológico que aparece rodeado de una tupida masa de pinos y robles. Sus 166 tumbas antropomórficas, los 13 nichos excavados en la superficie de la roca y los restos de la iglesia confieren al lugar un aire mágico y sobrecogedor.

Muy cerca de Cuyacabras se localiza Cueva Andrés. Fechado así mismo en el siglo X, este eremitorio ha sido considerado por los expertos como un ejemplo antológico del arte altomedieval. Entre sus restos destaca el altar, en el que aparece tallado un arco de herradura de origen califal.

Desde Quintanar de la Sierra la carretera asciende serpenteando entre el denso pinar al encuentro de Neila. Unos kilómetros antes del pueblo, a la altura del puerto del Collado, es preciso desviarse por la pista señalizada que en una pronunciada subida alcanza las lagunas de Neila. En este espectacular rosario de pequeños lagos de origen glaciar —Haedillo, Legua, Tejera, Larga, Pardillas, Patos, Brava, de la Cascada— destaca, y da nombre a toda la zona, la famosa laguna Negra. En sus heladoras y misteriosas aguas se refleja la nevada cumbre del Campiña. También desde el puerto del Collado parte una ruta de montaña que asciende hasta el pico y la laguna del Muñalba.

Ya en Neila hay que admirar su conjunto de arquitectura popular en el que destacan varias casonas solariegas; entre todas sobresale el palacio de los Márquez, conocido también como la casa del Cura Merino. Si en el barrio de Santa María merece una visita la cueva por donde brota el río Neila, en el de San Miguel hay que acercarse hasta su iglesia que, además del ábside y la torre, conserva una de las lápidas más antiguas del románico burgalés. Neila fue el centro pastoril más importante de toda la región y en su término funcionó un gran lavadero de lana.